Mensajes Episcopales

Mensaje De Pascua De Su Beatitud Sviatoslav

Publicado el 30-03-2024

Reverendísimos Arzobispos y Obispos,

Reverendísimos Sacerdotes,

Venerables hermanos y hermanas en la vida consagrada,

Queridos laicos en Cristo de la Iglesia Greco Católica Ucraniana

 

¡Oh Salvador mío, victima viva no sacrificada!

Siendo Dios te ofreciste voluntariamente como oblación al Padre,

Y resucitando del sepulcro, resucitaste a Adán, el antepasado de todos.

(Canon Pascual, oda 6)

 

Христос Воскрес! ¡Cristo ha resucitado!

 

¡Amados en Cristo!

 

Celebrando ниеваменте la Pascua de Cristo en medio de los horrores de una guerra en gran escala, que se prolonga por su tercer año, nos adentramos cada vez más en el gran misterio del sacrificio ofrecido por el Señor Jesús para nuestra salvación. El Hijo de Dios, al hacerse hombre, entrega al Padre lo más valioso: ¡su vida! La esencia del poder pascual, el único capaz de superar la violencia, el abuso y la muerte, se nos revela en el sacrificio voluntario de Cristo. Esto está bellamente expresado en la Anáfora de la Liturgia de San Basilio Magno: “Y habiendo descendido al Hades por medio de la Cruz – para llenarlo todo de Sí –, anuló las penas de la muerte. Y al resucitar al tercer día y abrir para todos el camino de la resurrección de entre los muertos – puesto que no era posible que la corrupción se apoderase del Origen de la vida”.

¡Oh Salvador mío, víctima viva e inconsumible!

Hoy, nuestro corazón está lleno de alegría por la resurrección de Cristo, que sale resplandeciente de la tumba. El sepulcro vacío nos revela la plenitud de la vida humana en el Señor, a la cual estamos llamados a participar con alegría de los hijos de Dios. Esta alegría es concedida a todos los que ven en el árbol de la cruz la puerta a una vida renovada en la resurrección. Después de todo, Cristo, siendo Dios vivo, por gran amor por nosotros decidió aceptar voluntariamente el sufrimiento, la crucifixión y la muerte para resucitar consigo toda la naturaleza humana caída y con su resurrección, darnos la vida eterna. En unión con Cristo, crucificado en la cruz, recibimos el fruto de su sacrificio en la resurrección de entre los muertos.

Al celebrar el Misterio Pascual, la Iglesia hoy nos conduce hasta nuestro antepasado Adán, a quien Cristo, con su resurrección, libera de las cadenas del infierno y revela la verdad de que la vida humana después de la muerte realmente existe. En la persona de Adán está representada toda la humanidad: pasada, presente y futura. Cristo resucitado es quien da sentido a la plenitud de la historia humana, que conduce a todos, desde la esclavitud del pecado y de la caída, al arrepentimiento, la conversión, la liberación y la salvación. Al celebrar la Pascua de Cristo, vamos más allá de los límites de nuestro tiempo y espacio y entramos en la eternidad de Dios. En Cristo resucitado podemos decir con valentía: “Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación” (II Corintios 6, 2).

Como Dios, te ofreciste voluntariamente al Padre...

La resurrección del Hijo de Dios muestra que Su sacrificio voluntario no es el fin, sino un nuevo comienzo de la vida para cada uno de nosotros. La muerte voluntaria de Cristo en la cruz es terrible, real, pero vivificante, como "sacrificio vivo e incorrupto". Porque no estamos llamados a la muerte y a la nada, sino a la vida y al gozo en Dios. Quien se sacrifica no en nombre de la satisfacción de sus propias ambiciones o ideas humanas, sino que se entrega voluntariamente al Padre, ya ha resucitado. En esto se encuentra la esencia del verdadero sacrificio: es donar todo al Creador, es decir, dar a Dios lo que es de Dios, porque somos creación de Sus manos. Éste es el significado de toda la vida humana: la recibimos como don de Dios y somos llamados a devolvérsela sólo a Él. Al sacrificarnos al Padre, nos realizamos plenamente en la voluntad y eterno amor de Dios: al entregarnos, no perdemos nada, al contrario, resucitamos juntos con Cristo. Por eso repetimos a menudo en nuestras celebraciones litúrgicas: "Encomendémonos nosotros mismos y los unos a los otros y entreguemos nuestra vida entera a Cristo, nuestro Dios". En Cristo resucitado se revela el valor y el propósito de todo sacrificio humano.

Hoy Ucrania es víctima de la guerra criminal de Rusia contra nuestro pueblo. A menudo nos preguntamos: ¿realmente nuestra lucha vale un precio tan alto? ¿En nombre de qué estamos sacrificando las cosas más valiosas que tenemos cada día desde hace varios años: nuestros hijos e hijas, hermanos y hermanas, padres y madres, nuestras ciudades y pueblos, nuestra tierra y todo lo que poseemos? ¿Con que propósito vivimos y morimos hoy? En respuesta a este grito de dolor y lágrimas de nuestra patria Ucrania, el Salvador resucitado sale del sepulcro vacío como "víctima viva e incorrupta". Es Él, el Vencedor, quien hoy nos habla con la voz de los héroes caídos: "¡Caímos para que tu vivas! ¡Damos nuestras vidas para entregárselas a Dios y a ti! ¡En nuestro sacrificio se proclama la Pascua del Señor!" Nuestra victoria sobre el enemigo es tan segura e inevitable como el día que siempre reemplaza la noche, como el amanecer antes de la mañana de la Resurrección de Cristo, que cambió el llanto y las lágrimas de las portadoras de mirra en paz y alegría para cada persona, que hoy anuncian a todo el mundo: "¡Cristo resucitó de entre los muertos, con su muerte la muerte venció y a los de las tumbas, la vida les dio!".

Contigo, resucitaste al antepasado de todos: Adán, resucitando de la tumba.

Con su resurrección, Cristo destruyó la muerte e impuso el miedo a los portadores de la muerte. El Apóstol de las Naciones afirma que fue por el miedo a la muerte que el diablo mantuvo al género humano en su esclavitud: “Y ya que los hijos tienen una misma sangre y una misma carne, él también debía participar de esa condición, para reducir a la impotencia, mediante su muerte, a aquel que tenía el dominio de la muerte, es decir, al demonio, y liberar de este modo a todos los que vivían completamente esclavizados por el temor de la muerte” (Hebreos 2, 14-15). El Señor destruyó de una vez por todas este miedo, destruyó el poder del diablo, portador de la muerte, y por eso hoy lo llamamos: "¡Mi Salvador!".

Los ucranianos tienen hoy la sensación de que, en el tercer año de una guerra de diez años, que en realidad tiene la duración de siglos, que ha llegado el momento de destruir de una vez por todas el poder del miedo de la muerte en Europa y en el mundo, que es conducida por el insaciable colonizador ruso, destruir el dominio de quienes mantuvieron en esclavitud y miedo a nuestro pueblo y a otros pueblos y naciones esclavizadas. Hoy en Ucrania está perdiendo poder quien siembra la muerte en el espacio de la vida. El poder de la Pascua de Cristo pone fin al poder del diablo, autor de la esclavitud, de la mentira y violencia. Hoy, en Cristo, voluntariamente nos entregamos al Padre como sacrificio vivo y vivificante. ¡Hoy, la Pascua de Ucrania se completa con la victoria de la Pascua! Cristo resucita en nuestra lucha contra el mal, en nuestros esfuerzos, en la carne y la sangre de nuestro pueblo, para resucitar al hombre del tercer milenio y dar esperanza al mundo, ¡porque en Ucrania, Cristo resucita!

¡Queridos hermanos y hermanas en Cristo! En este radiante día de victoria de la vida sobre la muerte, del bien sobre el mal, de la verdad sobre la mentira, les exhorto a tener confianza en la fe, la esperanza y el amor que nos trae el Señor resucitado. En la alegría de la Resurrección, saludo a nuestros soldados-héroes, hijos e hijas de Ucrania, que nos protegen en el frente de batalla y están dispuestos a sacrificarse por amor a la patria y su pueblo. Creemos en tu fuerza y confianza en Dios, apreciamos tu resistencia ante el mal, sobre el cual inevitablemente prevaleceremos.

Saludo a todos los que sufren las consecuencias de esta guerra: física, material y moralmente. Dejen que la celebración de hoy, la fiesta de las fiestas, sea como un bálsamo en vuestro sufrimiento. De modo especial abrazo con amor paterno a las familias de los caídos, expresando mi gratitud personal y la gratitud de todo el pueblo de Dios, porque en lo más profundo de vuestro corazón se siente el dolor indescriptible de perder a un hijo o una hija, un hermano o una hermana, un marido o una esposa, un padre o una madre. Abrazo a los heridos. Ustedes llevan la semilla de la resurrección con Cristo, porque Él también tenía las heridas de la crucifixión en Sus manos y pies. Que la alegría de la Pascua allane el camino hacia la sanación física y moral. Expreso mi atención, apoyo y cercanía a todos los familiares de nuestros prisioneros y desaparecidos que hoy celebran, entre lágrimas, la Pascua. A todos aquellos que fueron privados de sus hogares por la guerra y expulsados ​​de sus ciudades o pueblos, a los desplazados internos y a aquellos que encontraron refugio temporal fuera de la Patria, les deseo todo el consuelo espiritual y confianza, porque donde está el Señor resucitado, allí estamos siempre todos, en nuestra casa.  

Abrazo a todos: niños, jóvenes, adultos y ancianos, hombres y mujeres, y les deseo que, al compartir la canasta pascual, sientan una profunda alegría, la misericordia y las bendiciones de Dios. Con amor paternal, abrazo a los voluntarios y trabajadores de nuestras organizaciones caritativas, a nuestro clero, a todos los consagrados y consagradas y a los fieles laicos en Ucrania y en la diáspora. ¡Sinceramente les deseo a todos bendecidas fiestas de Pascua, un saboroso intercambio de nuestro tradicional huevo bendito y la radiante alegría pascual!

 

¡La gracia de nuestro Señor Jesucristo Resucitado, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos ustedes!

 

Христос воскрес – Воістину воскрес!

¡Cristo ha resucitado! ¡En verdad, ha resucitado!

 

† SVIATOSLAV

 

Dado en Kyiv,

junto a la Catedral Patriarcal de la Resurrección de Cristo,

en la fiesta de la Anunciación de la Santísima Virgen – Theotokos,

a los 25 de marzo de 2024.

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